Las nuevas generaciones quizá no estén familiarizadas con el nombre de José Ramón Guzmán, ni sospecharán apenas cuánto le debe Matanzas a este hombre que, desde su manera tan cubana de decir y sus ganas, tan necesarias hoy, de impulsar proyectos culturales, desentumeció a la provincia en décadas pasadas.
Al menos en la Compañía Danza Espiral sí le recuerdan, porque la firma de José Ramón descansa en ciertos documentos que marcan el nacimiento de la agrupación. Como bien sentenciara Liliam Padrón en su oportuna peña Por la memoria, rompiendo la inercia, sin el influjo y apoyo decisivo de Guzmán no existiría Danza Espiral, que para orgullo de los matanceros ya cumple 37 años de existencia.
Sobre los días iniciales de la compañía y ese apoyo incondicional de José Ramón, en aquel entonces director de Cultura en la provincia, versó parte del ameno conversatorio que siempre caracteriza a estas peñas que conduce la Maestra Padrón y que desde la sede de la Uneac yumurina revisita el pasado sin asomo de nostalgia, todo lo contrario, en cada encuentro las vivencias de antaño consiguen mostrar el camino para materializar los grandes empeños del presente.
Y es que cuanto se hizo demuestra que a veces resultan más determinantes la voluntad y el entusiasmo, y fue esta última la palabra que más se pronunció durante el reencuentro de la profesora de danza y un promotor cultural incansable.
En una charla transparente y colmada de buena vibra, acompañada de imágenes en blanco y negro que atestiguaban los grandes momentos que allí se narraban, transcurrió la tarde.
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Los presentes conocieron detalles de la labor de Guzmán, artífice de proyectos como la Brigada 20 Aniversario. Este colosal empeño surgió en los años 70 con el objetivo de llevar un arte de calidad a las más de 60 escuelas enclavadas en el plan citrícola de Jagüey Grande.
Todas las manifestaciones estaban representadas en aquel grupo heterogéneo, de tantísima calidad artística que aún pervive en el recuerdo de muchos.
Guzmán pudiera develar ciertas ínfulas de grandeza al mencionar nombres como Luis Lorente, Leo Brouwer, Chucho Valdés, entre los tantos artistas que compartieron con aquel elenco. Sin embargo, reconoce que nada hubiera logrado si no contara con ese valor primordial que debe caracterizar a todo dirigente: saber escuchar y rodearse de personas entusiastas y con ganas de hacer.
Con 80 años a cuestas, el viejo dirigente habla con pasión de momentos trascendentales de los que formó parte, como el rescate de la Ermita de Monserrate.
Escuchar a ese dueto que conformaron Liliam y Gúzman devino una inyección de optimismo, porque se trata de dos seres robustecidos por el coraje, con el cuero duro y marcado de tantos zarpazos, pero a quienes no han podido amilanar, para suerte y dicha de la cultura matancera.