El fortín de Araña
Producir más alimentos, como ha pedido el Presidente, es el objetivo de un joven matancero que se dedica, entre otras actividades, a la cría porcina
Por: Hugo García
MATANZAS.— A 11 kilómetros al sur del centro histórico de la ciudad de Matanzas se erige la finca Fortín. La aridez propia de estos suelos peñascosos podría quitarle el sueño a cualquier campesino, pero no a Yoandy Araña Torres, de 31 años de edad.
«Cuando me otorgaron estas tierras sentí un poco de temor al verme rodeado de riscos, pero comprendí que mi sueño estaba en juego y me arriesgué», narra a JR.
De niño le gustaban las palomas, hasta que un día tuvo un accidente en una escalera cuando subía al techo, y ante tal peligro su papá le retiró el palomar y le compró dos lechoncitos: «Ahí empezó todo… Desde entonces no he dejado de criar puercos», refiere este joven, alto y fornido.
Es graduado de técnico de nivel medio en Electrónica en el Instituto Politécnico de Informática, y lamenta no haber estudiado veterinaria, carrera que ahora le ayudaría a lograr un mejor manejo de la masa animal.
En el patio de su casa, en el barrio La Jaiba, cada año criaba dos o tres puercos, hasta que logró un convenio con la empresa porcina para la preceba: «Siempre tuve animales: palomas, aves canoras, perros… Al fondo de mi casa hay una cochiquera. Empecé con 30 y llegué a 60. No podía seguir por falta de capacidad. Por eso quería un pedazo de tierra para ejercer mejor la producción animal y sembrar la base alimentaria, hasta que se dio la oportunidad con este terreno en usufructo, que tengo desde el 24 de noviembre de 2016».
Es miembro de la cooperativa de crédito y servicios (CCS) 17 de Mayo, del municipio de Matanzas, e integra su junta directiva y el comité municipal de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), organización por la que fue elegido como delegado al pendiente 12mo. Congreso.
«Llevo 12 años con el convenio de preceba, y desde que me dieron las tierras en usufructo construí una nave para cerdos y otra para conejos, almacenes y todo lo necesario».
—¿Cómo pudieras aportar más?
—En 2019 fui el productor más destacado de la cooperativa en la entrega de carne de cerdo. El país pasa por una situación difícil y las materias primas muchas veces no llegan a tiempo, o la comida no tiene la calidad necesaria; por eso cuando te toca la fecha de entrega, tienes que llevar el animal por debajo de su peso ideal.
«Para que eso no suceda busco alternativas: siembro caña, yuca, ahora boniato, maíz… vivo trabajando y luchando. La dirección del país nos solicita más carne para el pueblo y eso es lo que hago, y exhorto a los demás jóvenes a que trabajen y no le cojan miedo al campo, que no dejen ningún pedacito de tierra vacío y enfrenten la tarea como nos pide el Presidente Díaz-Canel».
—¿Por qué te decidiste por un sitio así?
—Cuando llegué a esta finca de 19 hectáreas, la mayoría de ellas pedregosas, de verdad había que pensarlo dos veces para meterle mano. Esto era mucho potrero y mucho risco. No me asusté porque mi producción no necesita tanta tierra fértil, aunque si la tuviera sería bienvenida. Ya solicité dos caballerías más de una tierra fértil que me queda cerca, perteneciente a la empresa genética, para sembrar alimento animal.
«Construí las naves, no sin trabajo por el déficit de materiales para los techos. Luché y logré lo que quería: una nave grande para la cría y otra pequeña de enfermería. Me preparo para construir otra con piso plástico, de tecnología china, en la que todo el excremento y la orina se recoge y así los animales no están en la humedad».
—¿Tu mayor desafío?
—Mi reto es llegar a criar mil cochinos. Le comenté a mi papá (Orestes Araña) que era una tarea grande y lleva más inversiones, pero tengo ese propósito, y soy una persona que cuando me propongo algo lucho hasta el final. Mi papá es mi guía y me ayuda mucho, él tiene más experiencia y dice que lo lograré. Cada año crezco en cien o 200 animales; quiero establecer un convenio escalonado con 300 animales cada dos meses.
Hoy tiene 420 cochinos. Llegó a tener 700 el pasado año y entregó 65 toneladas de cerdo y 400 kilogramos de conejo: «Toda mi producción es para el Estado. Muchas veces me he visto presionado con el alimento y he buscado alternativas con yuca, boniato y caña. He hecho convenios con centrales azucareros y guardo miel para los momentos de crisis.
«También a través de la cooperativa le compro a la empresa de acopio producciones —que no sirven para el consumo humano— de yuca, boniato, frutabomba, lo que tengan, y será bienvenido el suero de la pasteurizadora cuando con la temporada de lluvia, aumente la producción de leche.
«Amanezco en la finca y me voy al oscurecer», dice este joven que vive en la ciudad con sus hijas Nahomy, de seis años; Nathalia, de ocho, y con su esposa, Marisdalys Tamayo, de 31 años de edad, que trabaja como agente comercial en un banco en Matanzas.
Ciencia en el suelo
Yoandy se ha involucrado en un proyecto de ciencia y técnica para el mejoramiento y la conservación de los suelos, y el Ministerio de la Agricultura lo apoya con un financiamiento de 25 000 pesos: «Hemos recogido obstáculos como las piedras sueltas, y traemos tierra para rellenar hasta 30 centímetros de altura, nivelamos el terreno y después le echamos materia orgánica», explica.
Es un esfuerzo titánico, pero luego de rellenar 0,2 hectáreas lo reconforta el verdor de su maíz, pepino, calabaza, quimbombó, lechuga, y pronto sembrará boniato.
«Cuando termine el proyecto tendré una hectárea para la producción de comida animal. Todavía estamos en la fase experimental, para ver si es factible, y de verdad que da resultados. Es una tarea difícil: hay que buscar la tierra, apilarla, trasladarla en camión o carreta, después buscar la materia orgánica, preparar, sembrar..., pero vale la pena.
«Quiero sembrar caña, morera, titania, yuca, boniato y otras plantas proteicas. El pienso ha estado estable por estos tiempos y me lo entregan en base a los animales que poseo, primero el de inicio para 42 días, luego el de la preceba y ceba para 20 días o un mes, en dependencia de la disponibilidad del país con la materia prima. Me entregan hasta el 70 por ciento del alimento, el resto tengo que sembrarlo o gestionarlo».
—¿Cómo reaccionas ante el déficit de alimento?
—Uno se siente mal, agobiado, porque los animales bajan de peso por día, se pelean, se matan entre ellos, aparecen las enfermedades. la variación de comida los estresa mucho.
«Con alternativas se atenúa la situación y se logra cumplir el convenio de aportar cada animal con 90 kilogramos. Por eso, muelo todo lo que se pueda y equilibro la comida que me vende el Estado con la que produzco. Si no entra el barco con la materia prima, no me lo siento de inmediato porque tengo varios depósitos para producir yogur de yuca y de boniato, y quiero incursionar en el de calabaza, una experiencia que vi en la televisión».
—¿Qué más crías?
—Empecé otro proyecto con 32 carneros (17 reproductoras) en áreas de potrero. Aunque sé que la seca en esta zona de risco es dura, y en este suelo el pasto se dificulta, no será motivo para desistir. El otro convenio con la empresa de ganado menor es por 200 conejos, de estos 58 reproductoras. Ya vendí cien kilogramos de esa carne en este año, a 30 pesos el kilogramo.
«Los puercos los compro con 36 días de nacidos y 7,2 kilogramos. Les echo comida tres veces al día. Al venderlos, los primeros 90 kilogramos del convenio son a 21,50 pesos, y luego está el precio diferenciado: si con tu esfuerzo logras entregarlos con más peso, esa diferencia por encima se paga a 31 pesos el kilogramo».
—Para trabajar en este risco hay que ser emprendedor…
—Me considero un joven emprendedor. Aunque a veces uno se frena porque se pierden las cosas; yo le digo a nuestro Presidente que sí podemos producir más, como él quiere. Para 2023 me propongo llegar a las cien toneladas de carne de cerdo.
En la finca Fortín «no se mueren los lechones en la barriga», frase popular que Yoandy ha hecho suya porque este joven matancero no cree en obstáculos ante sus aspiraciones de producir más comida para el pueblo.+