En la mañana conocimos la triste noticia del fallecimiento del destacado actor y dramaturgo matancero Francisco Rodríguez Cabrera, durante muchos años director del Teatro El Mirón Cubano. La escena matancera se encuentra de luto ante la pérdida de uno de los artistas más completos de los últimos tiempos en la Atenas de Cuba.
La escena hoy permanece en silencio ante la ausencia de Francisco Rodríguez Cabrera. Con su arte, Pancho besa la cumbre en busca de luz. Desde Matanzas, a su teatro El Mirón Cubano regresan los ininterrumpidos aplausos para reverenciar al actor, dramaturgo, escritor, director y profesor cubano.
Su pasión por el teatro callejero, el clown y por la cultura cubana le convierten en un referente y una cátedra de las artes escénicas de la Isla. La remembranza de su obra rompe olas contra el corazón, y desconsolado busca a Pancho refugiado en Milanés, en El Gato Currutaco, en la Balada del Marino o en escenarios de su ciudad en la rústica embarcación del viejo Hemingway.
Se nos pierde la mirada del Pancho amigo y familiar, del hombre jaranero e intrépido, del actor seguro, dispuesto; del que montó en su mirón cubano un centenar de estrenos para los públicos más diversos y especialmente para los infantes.
Solo él supo mantenerse en pie, en la escena, a pesar de las dificultades. Era el público su esperanza, motivación y la fuerza para en cada función arrancar sonrisas, emociones y experiencias. La integridad y complejidad de los espectáculos y la interacción con el público promovían la máxima de su formación como artista.
Nadie olvidará al Pancho de las jornadas de Teatro Callejero, al timonel, al hombre que irrumpía en la escena y por sus venas brotaba la cultura; al premio Caricato que aún viste a Matanzas de colores, al que llevó su impronta a los barrios en las manifestaciones más diversas.
Silencio: se abre el telón, caminan luces sobre las tablas, la escena matancera llora y palpita a la vez, por las calles se siente su magia, vibra la energía que conmueve y aprieta el pecho. Francisco Rodríguez no ha muerto, solo eterniza su obra en cada palmo de tierra donde el teatro late. (ALH)
