Entrevistar al profe Sergio era una deuda pendiente con él, con el tiempo que invirtió en preparar a generaciones de periodistas, entre los que me incluyo, y con sus 45 años dedicados a la radio, medio en el que todavía le queda mucha guerra por dar.
Él evita los premios, los diplomas y las entrevistas. Asegura que ese tipo de distinciones presagian la muerte y que ahora mismo necesita estar más vivo que nunca. Aún así, accedió a recibirme en su casa e incluso compartir una colada de café.
Llevar a cabo este intercambio, ya como profesional, con quien fue tu profesor, tiene una dificultad extra. A uno se le queda la sensación de ser evaluado constantemente y que la próxima pregunta te puede costar el desaprobado. Aun así, desde que atravesé la puerta, pude comprobar que el profe Sergio continúa siendo el mismo jodedor de siempre, que ama y disfruta su trabajo, como la primera vez que se sentó frente a un micrófono y su voz atravesó el dial.
—¿Por qué el periodismo? y ¿por qué la radio?
—Cuando era niño, ponían en la televisión las películas y series con el formato típico de la novela negra americana, del detective privado con sombrero y gabardina y el cigarro en la mano, que resolvía misterios mientras por el camino reventaba a piñazos a todo malo que le pusieran por delante.
“Como en la mayoría de este tipo de audiovisuales el protagonista era periodista de formación, esa fue la carrera que siempre me llamó la atención. Sin embargo, cuando terminé el preuniversitario, allá por el lejano 1977, no entraron plazas de Periodismo.
“Entonces, estudié Ingeniería Geológica en las Minas de Matahambre en Pinar del Río, pero al año lo dejé. En ese momento mi hermana Aurora ya trabajaba en el periódico de la Isla de la Juventud, y me dijo que estaban buscando graduados de bachiller para trabajar en la radio y, por supuesto, acepté.
“Ahí comencé en Radio Caribe, no porque me gustara ese medio por encima de otro, sino porque esa fue la plaza que me dieron. Desde el primer día, el jefe de información, inteligentemente, me puso a atender los mismos sectores que mi hermana, y comencé a ir a las coberturas con ella, que sin duda fue mi primera maestra en la profesión.
“Reconozco que no tenía ni idea de periodismo, pero aprendí sobre la marcha, hasta que le cogí el gusto a aquello. Realmente, mi trabajo poco tenía que ver con el de los héroes de las películas que veía en la infancia; no obstante, me reportaba otro tipo de satisfacción personal.
“Uno no entiende a plenitud cuánto vale la labor que realiza hasta que logra resolverle un problema a una persona, a una familia o a una comunidad. Es en ese punto donde comienzas a amar de verdad el periodismo y lo que representa.
“Al final, tuve que pasar el Servicio Militar y, por la orden 20 del Ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, obtuve la carrera de Periodismo, en la modalidad de curso para trabajadores, y así fue cómo llegué a Radio 26, aquí en Matanzas.
—¿Cuáles han sido sus mayores retos en el ejercicio del periodismo?
—Cubrí un choque de barcos en la bahía, el incendio de la fábrica de calzado y el derrame de amoniaco; pero, sin duda, creo que el momento más impactante fue en una cobertura en medio de un ciclón, situación en la que de por sí la radio gana una importancia tremenda.
“Imagínate que yo estaba en la dirección provincial del Gobierno, en medio de una entrevista vía telefónica con el jefe de la defensa civil, que se estaba transmitiendo, y de repente entra un tipo y empieza a gritarme nervioso: ‘El jefe está aquí, dale, vamos, dale coño que el jefe está aquí’.
“Me molesté cantidad con aquel hombre que me estaba interrumpiendo el trabajo, pero el tipo seguía insistiendo en que el jefe estaba allí y no me quedó más remedio que darle un cierre a la entrevista. Cuando salí de donde estaba a quejarme por lo sucedido, pasó Fidel por delante de mí como si aquello fuera lo más normal del mundo.
“Mi reacción al momento fue pegarme a una pared y ahí creo que me quedé un rato hasta que logré reaccionar. Finalmente, pude conversar con él e informar de su presencia en la provincia en medio del paso del ciclón, lo que significó un aliento tremendo para el pueblo de Matanzas. Pero no dejo de reconocer que fue impactante, porque no lo esperaba.
“Esos han sido los momentos más puntuales que recuerdo. Ahora, si hablamos de retos, no puedo dejar de mencionar el trabajo de muchos años en la revista de facilitación social Frecuencia Abierta. Ese periodismo diario, que establece una vía de interacción entre los radioyentes y las autoridades, y que responde a los intereses de la agenda pública, creo que ha sido mi mayor desafío.
“Además, es un trabajo que la gente agradece y que, cuando me ven por la calle, me preguntan cosas como: ¿cuándo entra el arroz a la bodega?, ¿por fin arreglaron el salidero en tal lugar?, ¿qué día entra el gas?; y uno ve que se escucha el programa y que tiene una utilidad”.
—Cuéntenos acerca de su estrecho trabajo con el Ministerio del Interior.
—Mi relación con el Minint (Ministerio del Interior) empezó cuando me asignaron la tarea de atender tránsito, una temática a la que siempre se le prestaba atención, por el tema de los accidentes y la sensibilidad con la que había que abordar las noticias de ese tipo.
“Con el tiempo, mi trabajo se extendió al Minint en general y eso me permitió tener acceso a información privilegiada; incluso, a participar en operativos directamente con la policía y en juicios. También tuve muchas discusiones respecto a mi trabajo y a las dinámicas propias del sector, pero en general fue muy provechoso para mi carrera.
“Lo más complicado tal vez haya sido el hecho de que llegara a mis manos una información que sería una bomba en términos periodísticos y no poder transmitirla por motivos de ética, de sensibilidad, o por respetar una investigación en curso. Solo un periodista sabe qué se siente cuando uno tiene la última y por las razones que sean no puede soltarla, eso es mortal”.
—¿Qué cambios necesita la radio cubana para adaptarse a los nuevos tiempos?
—Lo primero es trabajar bien, y lo segundo es aprovechar los nuevos espacios y oportunidades que nos brindan las redes sociales. Cuando surgió la televisión, se dijo que la radio iba a quedar obsoleta y no fue así. Después, con el internet, pasó algo parecido y, sin embargo, conservo mi trabajo todavía.
“La radio ha sabido adaptarse y tiene el reto constante de hacerlo, porque carece de algo tan importante en estos días como la imagen; pero a la vez mantiene ese gran valor que es la simultaneidad de acciones, algo que en el mundo acelerado en el que vivimos nos permite llegar a las personas mientras realizan otras tareas.
“Además, es un medio barato en comparación con el resto, es increíblemente flexible y posee una mayor inmediatez. No hay razones para que se pierda la radio. Lo único que realmente puede enterrar el medio es que nosotros, los que trabajamos en él, no elevemos la calidad y logremos ese equilibrio justo entre agenda pública y agenda mediática.
“Asimismo, debemos reforzar el contenido de entretenimiento, al que en ocasiones se le resta valor, pero que en realidad es lo que atrae a nuevos radioyentes. Tenemos que impulsar buenos espacios musicales, dramatizados y de interacción, para que se incentive la relación con el medio y así se conozcan nuestros espacios informativos.
“Los nuevos formatos, como el podcast, pueden dar la posibilidad a los usuarios de escoger qué tipo de contenidos desean consumir, y la internet nos permite almacenar programas enteros para que nuestros oyentes los descarguen y escuchen en el horario que prefieran. Pero, en términos generales, la principal tarea es trabajar y hacer un mejor periodismo, sin eso todo lo demás no tiene sentido”.
—Háblenos de sus años como docente.
—A ver, comencé en la pedagogía por una cuestión meramente económica. Fue en un momento en el que nos permitieron dar clases en la universidad y aproveché la oportunidad para tener otra fuente de ingresos; y por el camino le fui cogiendo el gusto al asunto.
“Transmitir mis experiencias a las nuevas generaciones de periodistas, a la par de retroalimentarme con sus ideas y sus ganas de hacer, sin duda tiene un valor altísimo.
“Lo más gratificante de ser profesor es ver cómo tus estudiantes crecen profesionalmente y uno sentirse parte de ese éxito, o que al menos aportó un granito de arena. Sin ánimos de ponerme a hacer listas, ahora mismo me vienen a la cabeza nombres como el de Melisa Blanco, Guillermo Hidalgo Gato, Guillermo Carmona, Ayose García y tú mismo; y no sé cómo lo vas a hacer, pero quiero que el nombre de Boris Luis Alonso Pérez aparezca también en la entrevista, así que ve a ver cómo lo haces.
“Sí me gusta transmitirles a mis estudiantes que el periodismo es una carrera que reporta algunas satisfacciones morales, que no te llegan todos los días ni son permanentes, y que dependen mucho de la seriedad que se ponga en el trabajo.
“Algunos entran a la universidad con la creencia de que el periodista vive en un mundo aparte del resto de la sociedad, en una especie de burbuja desde la que se miran todos los problemas, pero, ciertamente, no hay nada más alejado de la realidad.
“El periodista pasa trabajo; va a pie y en guagua a las coberturas; se le va la luz y se le cae la conexión, mientras arma un texto que tiene que grabar en ese mismo instante y, del otro lado del dial, de la televisión, del periódico o del teléfono, está una persona que quiere informarse, emocionarse o, simplemente, entretenerse con nuestro trabajo y no va a perdonarnos nunca que no nos lo tomemos con la seriedad que se merece”.
Al terminar la entrevista y salir ambos por la puerta, vimos una tiñosa que curiosamente estaba posada en el techo de la casa del profe Sergio. Este, como de costumbre, no dejó pasar la oportunidad para bromear con la situación y le habló al pájaro: “Te dije que todavía no me toca, por muchas entrevistas que vengan a hacerme”.