Por: Hugo García
MATANZAS.— Cuando lo vi por primera vez pensé que era una personita frágil, pero Samuel David Martínez Hernández es todo lo contrario: Un adolescente fibroso, de envidiable flexibilidad y muy conversador.
Tiene doce años de edad y estudia el tercer año de ballet en la Escuela Vocacional de Arte Alfonso Pérez Isaac. En estas semanas de pandemia rectifica sus rutinas para no perder sus condiciones físicas ni el conocimiento de las obras clásicas, además de proseguir con el estudio de las asignaturas del séptimo grado.
«La idea de crear una coreografía para el pasado Primero de Mayo nació de los aplausos a los médicos. Siempre bailo en el portal de mi casa, cuando todo el barrio aplaude a las nueve de la noche».
Con ese incentivo eligió una canción optimista (Volveremos a brindar, de Lucía Gil), y montó una coreografía especial para regalar a la gente de su circunscripción, la número 45 del Consejo Popular Playa, y por supuesto que se lo agradecieron mucho.
«Las teleclases del Canal Educativo 2 me han servido para desarrollar mejor las técnicas que conocía, porque al ser impartidas por esos grandes bailarines me ayudan a perfeccionar».
Samuel ha interpretado El Cascanueces en el Teatro Sauto (monumento nacional de gran valor) y en el Cine-Teatro de Cárdenas. «En esa obra protagonizo al que rompe las nueces», detalla. También ha bailado en La Cenicienta y ha asumido el rol de acompañante en El Príncipe y en Amor y pasión, un ballet montado por su profesora.
Como ya aprobó los exámenes previos para matricular a la Escuela Nacional de Arte (ENA), está a la expectativa de cuándo terminará esta situación atípica para continuar su carrera de bailarín profesional, que prácticamente inicio desde niño, en los actos y matutinos de su escuela primaria 26 de Julio, en este mismo barrio.
Fue allí donde lo descubrió, en cuarto grado, una profesora de la escuela de arte que buscaba talentos en la provincia. Ella le propuso que pasara las pruebas de ingreso del siguiente curso y felizmente él las aprobó, por sus condiciones naturales para desarrollar ese arte.
«Soy un admirador de Carlos Acosta; vi su película, fui al Sauto a ver funciones de Acosta Danza y quedé fascinado, al igual que cuando vino el Ballet Nacional de Cuba con su primera bailarina Viengsay Valdés. Esos son momentos inolvidables en mi formación. Me gusta todo, pero sigo prefiriendo el ballet clásico», refiere.
«Para mantenerme en el mismo peso no como tanto. Prefiero las verduras y en la escuela siempre solicito dieta», confiesa. Su meta es ser bailarín profesional y por eso en estos días entrena su flexibilidad, los saltos y la fuerza: «Soy detallista, meticuloso a la hora de ejecutar cualquier técnica. Si con esto del coronavirus no he perdido mi forma es porque todos los días practico… Sueño con interpretar el ballet El Corsario, y sobre todo ser su protagonista».
A este adolescente inquieto le gusta cantar y dibujar, pero sin duda su vida es el ballet: «Sé que es una profesión de consagración y mucho esfuerzo, pero nací para bailarín, y voy a lograrlo».