Como aletargados amanecieron los matanceros este lunes, luego de seis jornadas de teatro callejero que estremecieron a la ciudad.
Cada día los yumurinos disfrutaron de una amalgama de agrupaciones y manifestaciones que convirtieron a matanzas en un avispero artístico.
Los sentidos de los asistentes resultaron aguijoneados con la profusión y diversidad de cuánto aconteció en cada función, donde la música se imbricaba con la actuación.
Todas las artes son una sola, bastaría decir, y así se puso de manifiesto en la 10 Jornada de Teatro callejero, donde las diferentes maneras de expresión se acoplaron hasta crear un solo cuerpo que rebozaba energía y aviva a los espectadores.
Y uno le agradece a la vida que Matanzas contara con figuras como Albio Paz, artífice de estas jornadas callejeras, y la continuidad de imprescindibles también como Francisco Rodríguez, gracias a ellos la ciudad de los puentes se convertiría en una especie de núcleo aglutinador donde convergen desde hace dos décadas agrupaciones que decidieron representar sus obras en los espacios abiertos de ciudades y poblados.
La alegría de los niños resultó el premio especial, el más importante, y la complicidad de los padres, que quizás se sintieron un poco niños también, al correr tras las zancudos, y detener el mágico instante en el celular.
Grande fue la dicha vivida en estos días, in mensa la entrega de los artistas y organizadores, mas nunca hubo agravio a pesar de la tensión propia que surge cuando un numeroso equipo debe velar por cada detalle.
La lista de nombres sería interminable, pero fueron muchos los protagonistas de la gran festividad, y los que desde el anonimato trabajaron para provocarle sana alegría a la ciudad.
Matanzas fue la capital del teatro callejero, y la 10 edición quedará grabada en la memoria, y servirá de incentivo para las venideras.
Música, danza, colorido, estatuas vivientes, teatralidad, emanaron de cada costado de la urbe, así se vivió el teatro callejero, así lo gozó el público, que agradeció con sentidos aplausos que cala en los artistas y les hizo olvidar un poco el cansancio de las ajetreadas jornadas.