Adrián Sancho quiere reverenciar a la espiritualidad de toda Cuba. Nos regala una virgen, que no por cercana, familiar, conocida, deja de ser sacra y poderosa. Una santa que nos llega entre ríos, que atrapa miradas y esperanzas.
Emplazada a la vista de todos los transeúntes, Cachita invita a la contemplación. Una contemplación que deriva en reflexión sobre lo espiritual, y sus expresiones cotidianas.
Adrián reconoce la fuerza de lo divino, sin pretender ahondar en el simbolismo de lo que ya es nuestra más reverenciada protectora.
«El proyecto siempre estuvo preconcebido para la relación entre el público y la obra. Me sirve de soporte para lograr que el pueblo de Matanzas revalorice su ciudad, la proteja.
«Quier que las personas se sientan identificadas con este motivo, y atraídas por la fuerza del contexto donde está emplazada. Hay una simbiosis entre arquitectura y espiritualidad. Este proyecto es muy espiritual».