Tenía que sucederle algo especial a Matanzas. Un maremágnum artístico, de alto calibre, renovador, insospechado. La Atenas de Cuba debía renacer con esa fuerza de los Ríos Intermitentes para que uno de sus hijos predilectos regresara. Y así lo hizo.
Lorenzo Padilla sorprende, y no solo por la humildad con que recibe el honor de ser una de las estrellas locales que se exaltan a propósito del desarrollo —por primera vez— de la Bienal de La Habana en la urbe de ríos y puentes, sino por el atrevimiento de su propuesta artística; del frescor con que sus lienzos invaden las miradas.
Su exposición, en el primer piso del núcleo central de la Bienal en Matanzas, con sede en la Oficina del Conservador de la Ciudad, propone diversos acercamientos e interpretaciones. La fuerza del color guía, pero el significado se redescubre tras la contemplación, el descubrimiento. Con renovado estilo, asegura que «hay algunos más actuales, con nuevas intenciones», mientras salta a la vista el encantamiento.
Habla y encanta. Se alegra de cómo la Atenas de Cuba recupera sus galas, su belleza, y se niega, rotundamente, a renegar de su tierra. No quiere, ni puede creer a estas alturas de la vida, en cantos de sirena. Oscuras propuestas que lo invitan a abandonar «lo que he creado acá, tras tantos años de esfuerzo y dedicación».
«Matanzas tiene cierto embrujo. Y ese regalo de arte que está en (la calle) Contreras es patrimonio de su gente. Aunque creo que hay que recordársele que está allí, para que lo sientan, lo redescubran».
Confiesa que aprecia sobremanera el impacto que puede causar un evento de la magnitud de una Bienal a una urbe tan rica desde el punto de vista cultural: «La Bienal es un suceso muy interesante para la ciudad, sobre todo para nuestros artistas. Para ese grupo joven que viene empujando, que se pueden dar a conocer.
«Siento un enorme orgullo haber sido invitado. Recuerdo que en Matanzas, en mi juventud, no existía ningún museo, y tenía que viajar hacia La Habana para apreciar el arte. La meta siempre fue crear, un día, un museo en mi ciudad. Desde que llegué a París comencé a coleccionar grabados antiguos, pinturas y una gran muestra de arte africano que devino en lo que es hoy el Museo de Arte de Matanzas. Una especie de herencia que la Fundación Lorenzo Padilla lega a mi querida ciudad.
«Un evento como este, con tantos artistas, es de gran importancia, y no solo para Matanzas, sino para toda Cuba. Espero que tras la culminación de la Bienal, Matanzas regrese con más brío al centro del mapa cultural de la Isla. La Atenas de Cuba lo merece».