Hay que tener mucha valentía para ayudar, con nervios de acero, a un ser humano a llegar a este mundo. El acto de nacer es en sí mismo un episodio bravío, y para quien asiste, facilita, auxilia, corta el cordón umbilical, corre ante una emergencia, sutura, carga al bebé en brazos, siempre he creído que es una especie de lucha que demanda no solo destreza y vocación, sino la entereza del coraje.
Hay que tener temple para sostener esa vida que llegó antes del tiempo esperado, pero a tiempo de decir: “aquí estoy, lucha por mí”. Para colocar sobre el cuerpo diminuto, inmaduro, todo el empeño de salvar, ahí donde muchos dirían: “no es posible”.
Hay que tener empuje para como juego de ajedrez prever los escenarios antes que el vientre empiece a contraerse y la nueva vida a pujar. Porque hay riesgos últimos que se presentan y pueden malograr el momento, y las sorpresas no siempre son buenas. La única que espera ese estratega que cuida ahora a dos, o a más, ¿quién sabe?, es la sorpresa del milagro de la vida.
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“Es increíble la que muestran en su lucha por sobrevivir”, dice sin cortapisas a Cubadebate Niurka Morán Obregón, médico especialista de primer grado en Medicina General Integral y de segundo grado en Neonatología, del Hospital Docente Ginecobstétrico Ramón González Coro, cuando explica la atracción que siente por atender a los neonatos pretérminos.
Para la también máster en atención integral al niño y profesora auxiliar de Pediatría “lo más gratificante de mi trabajo es ver cuando salen de alta hospitalaria pacientes que en ocasiones han estado sus tres o cuatro primeros meses de la vida luchando para vencer un sinnúmero de complicaciones”.
Se trata de niños que tienen condiciones médicas y factores de riesgo importantes. Lo normal es que nazcamos a término, entre las semanas 37 y 42 de vida. Si se nace antes, el bebé es inmaduro y su comportamiento no es igual al de otros pacientes, pues ello condiciona que esté inmunodeprimido y más vulnerable a padecer complicaciones.
Si, además, se nace con un peso inferior a 2 500 gramos, los factores de riesgo se incrementan. En no pocos casos doctoras como Morán Obregón se enfrentan a una prematuridad extrema: niños que nacen con 28, 30, 32 semanas de vida, y cuyo peso oscila entre 1 500, 1 900 y hasta 2 000 gramos, sin llegar a los 2 500.
No son hechos ocasionales. Al cierre del 2022, el índice de bajo peso al nacer en Cuba fue de siete por cada 1 000 nacidos vivos, y el índice de prematuridad se ha comportado alrededor del 5% en los últimos 10 años.
Esa “lucha” no es entonces para la doctora Niurka un hecho eventual. En 29 años de servicio en la especialidad que eligió porque “los seres más indefensos ante las enfermedades son los niños y niñas”, ha tenido que librar muchas de esas batallas.
Si se le pide que describa esa sensación de ser parte del primer contacto entre un recién nacido y el mundo, su respuesta es una afirmación hermosa: “Siempre me siento tremendamente emocionada ante el nacimiento de un nuevo niño”.
“Me gradué en 1995. Elegí la carrera de medicina porque me gusta ayudar a las personas y desde el segundo año me vinculé a la especialidad de Pediatría, específicamente a Neonatología, mediante el movimiento de alumnos ayudantes”, cuenta la especialista.
“En casa somos una familia de médicos. Nos compenetramos, nos apoyamos todos los unos a los otros y creo que compartir profesiones y especialidades similares nos ayuda a sobrellevar la vida familiar también, que es muy importante. Mi esposo es hematólogo, mi hijo y nuera cardiólogos y mi pequeña comenzó ahora psicología”, cuenta orgullosa esta galena para la cual manejar el estrés y las demandas emocionales que exige su profesión, pasa por encontrar un momento en el día, tanto en el trabajo como en la casa, para colar y degustar un café junto a los suyos o sus colegas.
“En ese momento las tensiones bajan y siempre aparece alguien que hace un chiste y relaja el ambiente laboral”, dice.
En su opinión, el mayor desafío que enfrenta al cuidar a bebés prematuros y críticamente enfermos es estar atenta al más mínimo detalle, “que muchas veces son manifestaciones sutiles de las complicaciones que debemos evitar”.
La doctora Niurka Morán Obregón sabe de la importancia de su profesión en la salud y el bienestar de las familias cubanas, pues “madres, padres y demás familiares esperan siempre el nacimiento de un bebé sano”.
Quizá por ello no se amilana ante los numerosos retos que hoy imponen carencias tanto de recursos humanos como de materiales, aunque es consciente de los desafíos que impone esa realidad.
“Hay poco equipamiento, muchos de los equipos que tenemos actualmente están en obsolescencia tecnológica, pero aun así, en este contexto, logramos dar vida y calidad de vida a estos neonatos, pues reutilizamos muchos de los recursos. En ocasiones, cuando se deteriora un equipo, de dos hacemos uno y hasta hacemos nuestras innovaciones y nos convertimos en un poco de ingenieras también”, cuenta la especialista.
Habla además del rol medular que juegan las familias en el proceso de recuperación de un paciente crítico. “El apoyo de la madre es vital para que enfrente la enfermedad de su hijo, ya que aún en las peores condiciones entran a la unidad de neonatología. Algunas acarician a sus hijos, otras les cantan, otras les arrullan. Y en su estado de recuperación nutricional y de franca mejoría, el contacto piel a piel facilita el destete de las diferentes modalidades ventilatorias, así como el incremento de su curva de peso, entre otras muchas ventajas”, explica.
Agrega que la lactancia materna es primordial, pues constituye la primera vacuna que reciben estos pacientes que son fisiológicamente inmunodeprimidos por la inmadurez de su sistema de defensa.
De anécdotas está llena, pero algunas no necesitan rebuscar mucho en su memoria:
“En mi carrera han habido varios momentos que me han marcado, pero el más reciente ocurrió hace aproximadamente un año, cuando le diagnosticamos a un neonato un conflicto por grupo sanguíneo O A, tributario de realizar la exanguinotransfusión como tratamiento”, cuenta la entrevistada.
“A la mitad del recambio ocurrió una grave reacción hemolítica post transfusional. Inmediatamente coordinamos con el Instituto de Hematología y enviamos sangre del niño, de la madre y del padre, detectándose en sangre paterna y del recién nacido la presencia de un antígeno “e” del subgrupo RH y en la madre se encontraron los anticuerpos anti-“e”. Necesitábamos entonces encontrar un donante compatible que fuera del grupo sanguíneo O, libre de antígenos “e” para poder transfundir y corregir así la anemia y los trastornos hemodinámicos derivados de la misma.
“Solo el 2% de la población cubana está libre de dicho antígeno, pero gracias a la estructura de nuestro Sistema Nacional de Salud, se localizó con inmediatez a la posible donante, que era una trabajadora del Banco de Sangre Provincial de Santiago de Cuba, y por vía terrestre se trasladó la sangre, transfundiéndose sin dificultad al quinto día de vida y siendo dado de alta hospitalaria al séptimo día de vida, con un patrón hematológico normal y evolución clínica favorable sin secuelas”, refiere la neonatóloga.
Para la doctora Niurka Morán Obregón no hay trabajos individuales completamente. Afirma que esa lucha es el concurso de muchas personas, y en particular apunta que el quehacer de obstetras y neonatólogos en la atención secundaria “van de la mano, pues el resultado final, que es el bienestar del recién nacido, depende siempre de que la madre llegue al momento del parto en las mejores condiciones”.
“En nuestro país hay un incremento de la morbilidad materna y neonatal, porque para nadie es un secreto que el riesgo social se ha incrementado y tenemos además dificultades en el control del riesgo preconcepcional. Es necesario fortalecer y reestructurar nuestros sistemas primarios de salud, pues siempre prevenir es mejor que tratar”, consideró.
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“Esta es la única especialidad que trata a dos pacientes al mismo tiempo: la madre y el feto como paciente”, afirma la doctora Ana Mary Sanabria Arias, con 24 años como especialista en Ginecología y Obstetricia y 28 en el ejercicio de la medicina, una profesión a la que llegó por ese instinto de “poder salvar vidas y ayudar a las personas”.
Ante ese reto de ser “doctora” de “más de un ser humano a la vez”, la palabra que utiliza es consagración.
A sus 52 años, ha corroborado miles de veces que no se equivocó al elegir la Obstetricia y Ginecología, “una especialidad que generalmente le ofrece felicidad a la familia ya que el embarazo representa una nueva etapa llena de esperanzas y de ilusiones”, aunque, aclara, cada etapa de la mujer se estudia en esta rama de la medicina.
“El nacimiento de un niño o niña es un acontecimiento que se celebra en cada familia y sociedad. La mayor satisfacción nuestra es que cada madre salga con su bebé en brazos sano y con calidad de vida”, dice la entrevistada, que sabe de los retos de llegar a ese objetivo.
Recuerda el momento de la elección de a lo que se iba a dedicar desde etapas tempranas en la carrera, durante la ayudantía de la especialidad que hoy defiende, “pues formar parte del inicio de una vida es un acontecimiento gratificante para cualquier mujer, aunque en ocasiones puedan presentarse momentos de tristeza e incertidumbre”.
“La primera vez que traje una nueva vida fue junto a mi profesora Norma Silva y el Doctor Jorge Fernández del Hospital Materno-Infantil 10 de Octubre, hacia los cuales siento un profundo agradecimiento. Esa primera experiencia fue con mucho miedo, pero con una satisfacción inmensa”, rememora la experta, que se ha dedicado a la perinatología.
Esta es una subespecialidad de la medicina que se centra en el cuidado de la salud de los fetos y los recién nacidos, especialmente en el contexto de embarazos de alto riesgo. Dicha disciplina abarca tanto el diagnóstico como el manejo de complicaciones que pueden surgir durante el embarazo, el parto y el periodo inmediato después del nacimiento.
Desde la realización de ultrasonidos detallados y pruebas de diagnóstico, hasta intervenciones prenatales que pueden marcar la diferencia en el desarrollo del bebé, el objetivo mayor es anticipar y manejar cualquier complicación que pueda surgir, asegurando así el bienestar tanto de la madre como del recién nacido.
Con un enfoque en la prevención y la intervención temprana, la perinatología se convierte en una aliada esencial para las familias que se enfrentan a complicaciones como la diabetes gestacional o los riesgos asociados a embarazos múltiples, y busca ofrecer estrategias personalizadas que mejoren los resultados del parto y la salud neonatal.
Ese es el día a día de la doctora Ana Mary Sanabria Arias en el Hospital Docente Ginecobstétrico Ramón González Coro, para quien en todo ese recorrido es fundamental una relación médico paciente que se base en el respeto y la profesionalidad, con mucha empatía, para lograr seguridad y confianza durante esta etapa de la vida de la mujer.
Un aspecto fundamental y sobre el cual enfatiza es en el hecho de que “el embarazo debe ser planificado y deseado con una edad biológica adecuada y en caso de presentar comorbilidades asociadas a la gestación, que la futura madre sea evaluada previamente en la consulta de riesgo reproductivo. Se debe ir al embarazo en las mejores condiciones biológicas, psicológicas y sociales”, explica.
En ese sentido, menciona que “la especialidad enfrenta entre sus retos principales: la prematuridad, la restricción del crecimiento fetal, la preeclampsia y la hemorragia obstétrica”.
Estas complicaciones, a menudo interrelacionadas, pueden surgir de factores maternos, ambientales y obstétricos, destacando la importancia de un monitoreo continuo y una atención integral durante el embarazo para minimizar riesgos y asegurar la salud materno-fetal.
“Creo que siempre existirán cosas que se deben mejorar en nuestra especialidad y una de ellas es la atención primaria de salud, que constituye un eslabón importante en la atención prenatal en términos de prevención de la salud materna y perinatal. Asimismo, otros elementos relacionados con recursos humanos y materiales para mejorar la calidad de la atención médica”, agregó la especialista.
En su quehacer en la sala de cuidados Materno-Perinatales y Medicina materno- fetal maneja embarazos de alta complejidad e inclusive de otras provincias que ponen en riesgo la vida de la madre y/o el feto.
“El manejo para lograr los buenos resultados es trabajar en equipo y con el concurso de todas las especialidades médicas”, sostiene, y subraya que para ser buenos médicos hay que estudiar y tener conocimientos, pero ante todo se debe ser excelente como seres humanos.
Ello, apunta la especialista, lo resume una frase de Leon Richard Kass, reconocido bioético, que le encanta:
“Ser un profesional es más que dominar una técnica. Este hecho se inscribe en la naturaleza moral: es materia no sólo de mente y de brazos, sino de corazón; no sólo de intelecto y competencias sino que de carácter. Porque sólo habiéndose dedicado y estar apto para comprometerse con otros y servirlo con alta capacidad, es que una persona hace pública profesión y su camino en la vida”.
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Hay que ser valiente, y hay que ser bueno, de alma noble y dada a servir para escoger el camino de la medicina. Hay que tener entereza de espíritu para sobreponerse día a día a las más complejas realidades de este país que habitamos, y sonreír y elegir el pacto de dar vida, de aferrarse a salvar. Lo saben las doctoras Niurka y Ana Marys, y lo saben miles que como ellas desde las más diversas de las especialidades, hacen del ejercicio de la medicina su fe, vocación y espíritu.