COVID-19: el miedo que se convierte en amor
ROBERTO JESÚS HERNÁNDEZ
24 ABRIL 2020
La pediatra Ivis Simón Rodríguez lo escribe todo, fragmentos de su
cotidianidad como subdirectora del Hospital Pediátrico Provincial Eliseo
Noel Caamaño, ubicado en la ciudad de Matanzas: quiere hacer unas memorias
de lo vivido durante la pandemia COVID-19, cuando todo pase.
A sus 51 años de edad y con una vasta trayectoria profesional, ella es una
pieza clave del mecanismo que mantiene en funcionamiento la institución
asistencial, donde ya se atendieron con éxito varios pacientes infantiles
infectados con el coronavirus SARS CoV-2, algunos con solo unos pocos meses
de vida.
No ha sido fácil, pero hoy contamos con todos los recursos necesarios,
admite la doctora, pues el hospital tuvo que reinventarse, ajustar su
dinámica y el flujo del personal para hacer frente a la enfermedad, un
combate que involucra a cada médico, técnico, o empleado de servicio.
Para el personal de salud son 14 días de trabajo directo con los pacientes,
otros 14 en cuarentena, y 14 más confinados sin salir de casa, en una
rotación que respeta con rigor ese número mágico para evitar cualquier
posibilidad de propagar la pandemia.
Sentí miedo alejada de mis dos hijas para evitar contagiarlas, la mayor se
hizo cargo de la más pequeña, estuve 21 días sin verlas, solo contactamos
por Wahtsapp y Messenger, ellas me recuerdan que ya no tengo 20 años; pero
yo me siento saludable y con mucha energía.
Soy hipertensa, con cardiopatía y alérgica, pero estoy y estaré aquí con
mis compañeros y con ellos he reído y llorado, nunca estoy sola, tengo
muchas personas para darme aliento, comenta Ivis, quien asegura que escribe
poemas y canciones para levantar el ánimo del equipo en los momentos más
difíciles.En la primera línea de la lucha contra la COVID-19 en el hospital
están los residentes de pediatría, entre ellos la doctora Amalia Ruiz
Ramírez, de solo 25 años de edad, cuya juventud no es obstáculo para
entregarse por completo en cada jornada de este bautizo de fuego.
La residente de tercer año de pediatría se contó entre los primeros en
plantar cara a la enfermedad, en la Zona Roja, menos preocupada por el
cansancio físico que por el estrés psicológico de contagiarse si cometía
algún error.
Superé el temor porque realmente cuando te encuentras ahí frente a tus
pacientes y sus padres quienes tienen la enfermedad y no saben qué hacer,
pues el miedo se convierte en amor, porque eres responsable por esas vidas
y no te puedes derrumbar, admite Amalia.
No tengo una experiencia laboral vasta, pero asumí mi trabajo con el mayor
deseo de aprender y brindar a la población una atención médica óptima.
Recuerdo a un paciente de seis meses de edad, estaba a la espera del
resultado (dio negativo a la COVID-19), su mamá sufría de una enfermedad
mental y no podía cuidarlo, nosotros teníamos que ocuparnos de bañarlo y
alimentarlo. Nos convertimos en familia, la madre lloraba de emoción y
agradecía nuestro empeño, no se me olvidará nunca la sonrisa de ese
bebé.Fue duro informarle el resultado positivo a la mamá de la niña Karla,
una mujer muy consciente de lo que vivimos hoy con esta enfermedad, cuando
yo iba a examinar a su bebé me decía: no te acerques, doctora, que te vas a
infectar.
Eso me dio mucho sentimiento porque yo debía cumplir con mi trabajo y
estaba dispuesta a protegerme pero tenía que hacerlo bien, y esa mamá
trataba de cuidarnos a los médicos para no contagiarnos por atender a su hija.
Mi familia al igual que toda la población tenía dudas y miedo, nunca antes
nos separamos tanto tiempo, cada llamada era de aliento recordándome no
olvidar cada paso de la desinfección y dedicar tiempo al descanso, a todos
les agradezco su apoyo para superar esta prueba, dice la joven doctora.
Allí donde hay un profesional cubano de la salud pública que se enfrenta a
la pandemia de la COVID-19 para salvar vidas, aun a riesgo de comprometer
la propia, se escriben nuevas páginas del heroísmo de la humanidad en su
lucha contra la muerte, y habrá que reunirlas todas, cuando el miedo solo
sea un recuerdo.