Misteriosos restos a orillas del San Juan

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Misteriosos restos a orillas del San Juan

“Mamá, acabo de ver un bebé de ballena muerto en el río San Juan”, fueron las primeras palabras de mi hijo al volver de la escuela, dichas con toda la emoción que le ponen sus 12 años a cada hecho fuera de lo común.

Lo confieso, al principio pensé que aquella historia era un invento, cualquier objeto flotante (sobra basura en el San Juan) que su imaginación había convertido en el cadáver de un pequeño mamífero marino.

Pero lo explicaba con tal coherencia y lujo de detalles que, al final, la familia completa decidió ir a indagar en las márgenes del cauce yumurino.

Durante el trayecto fue tomando forma en mi mente una loca teoría. ¿Y si se trataba de un manatí? En los últimos tiempos resultan relativamente frecuentes los avistamientos de esos sirénidos.

Al llegar a la calle Narváez, a escasos metros del puente de San Luis, descubrimos que no éramos los únicos curiosos. Una pandilla de niños se asomaba sobre el muro disparando toda clase de fabulosas conclusiones sobre los restos blanquecinos que sobresalían a ras de la corriente. 

De lejos se notaba que no era un manatí, pues la parte trasera de estos animales tiene forma de cuchara. Lo que allí había, indudablemente de origen orgánico, resultaba mucho más similar a la aleta caudal de un cetáceo.

Se apreciaban dos lóbulos unidos en un extremo por algo que parecía parte de una columna vertebral y que se hundía en el caudal turbio. La putrefacción y los depredadores ya habían hecho lo suyo, pero conservaba lo esencial de su estructura. 

¿Podría tratarse de un delfín o una tonina? ¿Cómo llegaría hasta aquí semejante espécimen y qué habría acabado con su vida? Una mente fantasiosa vuela más alto y rápido que cualquier avión. 

La respuesta la trajo un viejo pescador que se acercó a nuestro grupo de improvisados investigadores. Lo que levantó tal revuelo era —oh, sorpresa— el hígado de un tiburón. Sucede que los escualos lo tienen de gran tamaño y el dueño de este en particular debió ser gigantesco. Probablemente lo pescaron en la costa matancera y lo evisceraron río arriba. 

Misteriosos restos a orillas del San Juan

“No todo es lo que parece”. Esta frase encierra una gran sabiduría y, en este caso, una suerte para el manatí que tiene la osadía de sortear desechos y anzuelos y aventurarse en las contaminadas aguas del San Juan.