Suena la letra de la canción en la pequeña bocina, y el coro no se hace esperar. Los muchachos que quizás no sobrepasen los 12 años repiten el estribillo en voz alta. Las palabras que para algunos resultan casi impronunciables continúan repitiéndose una y otra vez, pues al parecer es el tema de moda.
En el centro del círculo una niña con un short cortísimo da una demostración de cómo se ‘perrea’ al compás de la música. Quienes transitan por la calle no quedan ajenos ante el espectáculo. Todos miran al cuerpo diminuto que se descoyunta y casi llega al piso, mientras otro de los chicos se le aproxima y juntos bajan hasta tocar la acera.
Lamentablemente, escenas como estas se repiten de manera constante en fiestas, actividades culturales y otros espacios recreativos, incluso destinados al público infantil. Cada vez con mayor frecuencia somos testigos de estas conductas, y en más de una oportunidad enseñamos y hasta incitamos a que se comporten como adultos.
Temas de Bebeshito, Ja Rulay, Anuel AA, por solo mencionar algunos, conforman el repertorio de no pocos cumpleaños, fiestas infantiles y actividades desarrolladas en centros escolares. La mayoría son exponentes de letras agresivas, ofensivas y que incitan al sexo explícito, al consumo de drogas, a la violencia y cosifican a la mujer.
Podemos visualizar a diario la hipersexualización que acompaña a las canciones de reguetón y trap que tanto atraen a los niños, adolescentes y jóvenes. No es un fenómeno exclusivo de repetir una letra en extremo vulgar, sino que también pasa por la forma en que vestimos a niñas y niños o en la manera en que le enseñamos a ‘perrear’ al compás de la canción de turno.
La hipersexualización infantil es un tema que impacta cada vez con más fuerza en la cultura popular. Esta tendencia consiste en representar a los infantes como adultos sexuales en miniatura, con énfasis en su apariencia sexual por encima de cualquier otra cualidad.
Este fenómeno, aunque nos parezca bien cercano, no es típico de una región o país; es un problema global que afecta a sociedades de todo el mundo y que amenaza directamente a la niñez. Lo más triste es que tales comportamientos han sido invisibilizados, normalizados y legitimados a través de los medios de comunicación y las redes sociales, debido al alcance a nivel social y cultural que tienen en la actualidad.
Ver a las niñas maquilladas salir a la calle o niños bailando canciones en posiciones sexualizadas puede parecer hasta algo gracioso para algunas personas; no obstante, representa una forma de violencia que puede tener consecuencias negativas para ellos.
Una de las más visibles es el peligro de crecer bajo la errónea creencia de que el éxito está vinculado a la imagen y la mirada de otras personas. Ello puede restar autonomía a su desarrollo personal y apresurar etapas vitales de su crecimiento. Además, de suponer la imposición de una sexualidad adulta que no corresponde a su edad.
Si bien la música puede ser una influencia positiva en la vida de los niños; los adultos somos los máximos responsables de asegurarnos de que lo sea. Ante estos comportamientos, nuestra responsabilidad es crear un entorno seguro y saludable para su crecimiento y desarrollo, preservando su inocencia y garantizando un futuro donde puedan crecer sin las cargas precoces de la sexualización.