
Foto: Heriberto González Brito
No se queja, pero por varias horas el sol la castiga en su turno diario de labor. A pesar de eso, de las majaderías de algún que otro ciudadano y de las estratagemas de no pocos choferes, Odalys es de los trabajadores del transporte que día a día se esfuerza por hacer menos engorroso el acceso de la población a los ómnibus urbanos, al auto estatal, e incluso logra montar a un pasajero hasta en un carro privado.
Al decir de quienes acechan cualquier transporte, es de las que se faja con los choferes que no quieren parar. Si bien nunca faltan su sonrisa, cualquiera de sus muchas ocurrencias y sus “buenos días”; como tampoco el saludo cariñoso, el café o el pomo de agua fría que le hace llegar, en ocasiones, alguna persona desconocida.
Lo cierto es que Odalys se ha convertido en aliada imprescindible para los cientos de posibles pasajeros que en la Calzada de Diez de Octubre, a pocos metros de la famosa Esquina de Toyo, pujan desde el amanecer por llegar temprano a su centro de trabajo, de estudio u otro lugar.
Verla desenvolverse es comprobar su habilidad para sortear el mal momento que le provoca aquel conductor de un carro estatal que intenta engañarla, aunque tenga espacio para montar a alguien más. “Pocos lo logran”, dice al comprobar mi interés por entrevistarla.
“De todos modos, siempre existen los muy habilidosos y alguno se me escapa. Son quienes creen que los carros o guaguas que manejan son de su propiedad. Pero cada vez que los atrapo infraganti, conmigo tienen lío”, subraya: “hay dos carros —y me dice el número de sus matrículas—, que los tengo atravesados. No paran porque no quieren y lo que hacen es faltarle el respecto a la población”.
Así transcurre la jornada laboral de Odalys Catalina Cremé Pentón, a la que algunos catalogan como la mejor inspectora de La Habana, y otros, más atrevidos, la llaman Oda, la Dura de Toyo.
“Me chiquean el nombre. Es un trabajo duro, pero me gusta. Hay días en que no me siento bien, aunque salgo de la cama y vengo, porque mucha gente me espera.
“Además no pocas veces cuando termino aquí en la parada, debo continuar con las tareas de la sección sindical. Soy la secretaria general, y como trabajamos distantes unos de otros, todo se hace más complicado. Incluso tengo que cobrar la cuota sindical y el Mi aporte a la patria”, agrega Odalys.
“Pero me canso, ya son 60 —dice con picardía— y mucho tiempo en esta tarea. Antes laboré por 18 años como técnica de Organización del Trabajo y los Salarios en la Ecoa 24 y ya quisiera jubilarme. Quiero estar con mis nietos”.
Entonces Ketty Ancízar, presidenta del Consejo Popular Tamarindo, y también luchando por alcanzar una guagua, fue un poco más allá. “De aquí no hay quien la saque. Ya es nuestra”.
(Tomado de Trabajadores)