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Pandemia, turismo y empleo

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El cierre de las operaciones de la actividad de ocio en marzo del año pasado supuso la cesantía de más de 15 mil trabajadores del sector turístico en Matanzas, fenómeno global determinado por los efectos de la Covid-19 y su negativa repercusión en uno de los motores claves para la economía mundial.

A casi un año de la prolongada crisis sanitaria, un porcentaje altísimo sigue fuera de su legítimo puesto laboral, otro tanto encontró respuesta en la reubicación, un grupo menor, sobre todo mujeres, sigue protegido por la asistencia social, y otro reducido segmento desdeñó las ofertas y por tanto pudo haber perdido definitivamente su vínculo de trabajo.

En cualesquiera de los casos, la Covid-19 desmovilizó una gran población laboral, de alta calificación y competencia profesional, ahora dispersa en disímiles sectores de la producción y los servicios, y ello es bueno porque aportan al país en tiempos en los que la pandemia también enferma la economía y los bolsillos.

Sin embargo, en esa dispersión habita, quizás, el mayor peligro, justo si esos trabajadores no han sido gestionados con inteligencia por las direcciones de las diferentes cadenas, y de los propios hoteles, para cuando todo se normalice, y deban retornar a sus originales plazas.

La preocupación de esta reportera encontró punto común en el último pleno del Comité Provincial de la Central de Trabajadores de Cuba en Matanzas, donde varias voces sindicales alertaban ya del posible no regreso de más de 700 empleados, porque se sentían mejor remunerados donde fueron reubicados, a pesar, incluso, de gustarles menos que lo que hacían en Varadero.

No hay que olvidar que en los últimos 20 años han sido precisamente los bajos salarios causa del éxodo de fuerza calificada, muy nocivo para una industria dependiente de esa competencia y asegurar calidad en la prestación de los servicios, primordial en una esfera donde tanto cuentan el desempeño profesional, amabilidad, talento, aptitud.

Un elemento para tener en cuenta salta ahora a la vista. Pareciera que Varadero pierde atractivo como fuente de empleo en el contexto de la Tarea Ordenamiento. La reforma salarial no colmó allí las expectativas de quienes esperaban abandonar el histórico lugar de ser el sector empresarial peor remunerado en Cuba.

Excepto los hoteles mixtos, unos pocos, el resto de los empleados de la hotelería, precisamente donde se gesta la actividad turística, apenas supera los 2 mil 210 pesos del salario mínimo, descontento al que se suma los altos pagos que ahora deben erogar en comedores y el transporte obrero, descuentos que a decir verdad dejan muy flaco al salario en Varadero.

La misma Tarea Ordenamiento favorecedora del sector presupuestado y de un giro en la pirámide de ingresos, también le echa leña a un fuego de la posible pérdida de fuerza preparada. Quizás lo piensen y quieran retornar algunos de los que antaño abandonaron escuelas o cualquier sitio donde ahora se gana mejor.

Bajos salarios y mucho trabajo es la lista que no juega con el billete, exclaman muchos de los que sí desean que el turismo encuentre una fórmula que retribuya de acuerdo con el lugar que ocupa en la generación de ingresos al país, pero también que pague en correspondencia con la calidad individual, el ahorro y la eficiencia, incentivos que atraen mercados y los hace repitentes.

A inicios de la llegada a Cuba de la Covid-19, el presidente cubano Miguel Díaz-Canel alertó sobre lo perentorio de preservar la fuerza laboral, en clara referencia a una variable definitoria en la cotidianidad de cualquier organización, pero mucho más en la del turismo.

A las cadenas hoteleras, a los sindicatos, les toca seguir haciendo más, si es que lo hacen, para gestionar en su máxima expresión a hombres y mujeres que lo han dado todo por sus instalaciones. El turismo deber regresar en grande, y solo con una fuerza entrenada, capaz y comprometida. Si no se cuida a los trabajadores del turismo, la calidad luego se encargará de cobrarlo. Y ese es un precio que Varadero no puede estar dispuesto a pagar.

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