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El rostro apócrifo del sistema se desvanece

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Las «buenas intenciones» del imperio llaman ayuda humanitaria a las intervenciones militares y daños colaterales a los crímenes de guerra.

Los tiempos de la mentira plausible ceden lugar a la falsedad descarnada, y el rostro del imperio se muestra en toda su crudeza

Estados Unidos dedicó, desde su surgimiento como nación, incontables esfuerzos y recursos para construirse un rostro ante el mundo: el de campeón de la democracia y la libertad.

Sus mejores comunicadores y relacionistas públicos sentaron cátedra en el universo de la propaganda y la fabricación de la imagen; fueron padres de la ingeniería del consenso, de la mentira plausible, de la teoría de la percepción de la realidad.

Intentaron convencer a su pueblo y a millones de personas en el orbe de que eran ellos el paradigma de la libertad, la «tierra de los libres», el mejor país, aunque estuvieran lejos de serlo.

Trataron de ocultar siempre su esencia violenta, racista, imperial, y gastaron fortunas en ocultar sus más atroces secretos. Hoy esa «manera de ser» del capitalismo estadounidense parece haber quedado atrás.

Las grandes empresas de relaciones públicas y comunicación desempeñaron un papel fundamental en la construcción de la estampa paradisíaca del sueño americano.

Empresas de relaciones públicas se ocuparon de ocultar las intervenciones militares bajo el manto del discurso de la ayuda humanitaria, de crear una neolengua que aportó frases como aquella de «daños colaterales», para justificar crímenes de guerra.

Manejar escándalos como el de Watergate y otros casos de corrupción, ocultar crímenes políticos, mejorar el rostro de aspirantes presidenciales, senadores y congresistas ante la opinión pública, fueron tareas cumplidas con eficiencia.

Sin embargo, ahora, un individuo con más de 91 cargos criminales, Donald Trump, aspira a reelegirse como presidente y es el favorito en las encuestas.

¿Cuál es la diferencia? Esta vez, lejos de tratar de desdibujar la esencia antidemocrática, violenta, discriminatoria y racista de los candidatos, los encargados de las campañas de Trump y de DeSantis utilizan sus desplantes y discursos extremistas para sumar simpatizantes.

El expresidente se da el lujo de mostrar un rostro de protervo al comparecer ante el tribunal que lo cita y, no solo eso, convierte en mercancía el suceso y lo aprovecha para vender su imagen y ganar seguidores y donantes.

Los grupos neofascistas han aumentado considerablemente sus membresías, y extienden su acción por todo el país. Mientras más cargos criminales enfrentan sus afiliados por las acciones de enero de 2020, más apoyo reciben de sus seguidores y más dinero suman a las arcas.

Nadie parece preocupado por esconder la basura bajo la alfombra, los tiempos de la mentira plausible ceden lugar a los tiempos de la falsedad descarnada, y el rostro sin careta ni maquillaje del imperio se muestra en toda su crudeza.

Parafraseando la famosa frase: «Algo huele a podrido en el Estado de Dinamarca», como pronunciara Marcelo en el Hamlet, de William Shakespeare, algo no huele nada bien en ee. uu., de cara a las elecciones de 2024.

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