A pesar de la certeza que acompaña su existir ―cual milenarios senderos que siempre van a dar a Roma, subes por Santa Teresa o Zaragoza y más temprano que tarde chocarás con sus muros―, pocos se detienen a preguntarse quién construyó el Parque Watkin y, mucho menos, el enigmático origen de su nombre.
Esta historia, amigos, se remonta a la década del 40 del pasado siglo, cuando la precaria situación del asfaltado y drenaje de las calles matanceras llevó a un comprometido grupo de ciudadanos a implementar ―imitando a sus vecinos cardenenses, quienes ya lo habían puesto en práctica desde 1939― un sistema que sumara la iniciativa estatal y privada en el mejoramiento vial de la urbe.
Surge así el Patronato Pro Calles de Matanzas, mejor conocido como “Los Mil”, apodo que nace de la meta propuesta por sus organizadores: lograr que 1 000 contribuyentes del propio pueblo donasen un peso mensual, para así completar mes tras mes los 1 000 que costaba el arreglo acabado de 100 metros de vía.
Por suerte para el Patronato ―y para la ciudad, claro está―, dicha cifra de colaboradores se superó con creces y varias instituciones contribuyeron a la causa, permitiendo así que, durante el tiempo en que estuvieron activos (1941-1959), se solucionaran en un alto porcentaje los problemas de pavimentación y drenaje que aquejaban a La Atenas de Cuba.
Pero, ¿qué tiene que ver el Parque Watkin con todo este asunto?
Ser un contribuidor del Patronato se había convertido en motivo de orgullo personal y fuente de reconocimiento social; incluso, se colocaban insignias en las casas de todo aquel que colaborara, identificándolos como miembros de “Los Mil”. La actividad del Patronato se transformó poco a poco en un suceso mediático de gran aceptación popular, al punto de que sumaron a su agenda proyectos que no tenían que ver precisamente con su motivo de fundación, pero que contribuirían al embellecimiento de la urbe, elevando su estatus de popularidad y ganando así más adeptos.
Uno de estos proyectos fue el conocido como Bosque de Matanzas, que buscaba ornamentar la ribera sur del Yumurí en las áreas cercanas al manantial del Pompón, junto a La Marina. Dicha iniciativa, aunque no consiguió ejecutar todas las metas que se propuso, sí logró llevar a feliz término obras como el Balcón de Jáuregui, las escaleras de Jesús María… y el Parque Watkin.
Sobre el origen de su nombre, el Dr. Francisco José Ponte Domínguez nos cuenta en su libro Matanzas (Biografía de una provincia): “(El Patronato) hizo el Parque Watkin, en terrenos que cedió gratuitamente un magnánimo inglés, como recuerdo de su padre Thomas Roger Watkin, quien allí tuvo asentada su fundición del Ojo de Agua”.
Actualmente, el Parque Watkin funge como microzoológico de la ciudad, entidad a cuyo desempeño ―que no ha sido el mejor, sobre todo en los últimos años― el periódico Girón le dedicó un reportaje hace algunos meses. Urge darle seguimiento a este tema, para que así los senderos que siempre van a dar a Roma se llenen de ―ojalá que más de “Mil”― caminantes.
(Por: Humberto Fuentes)