Se le llama luthier al profesional que fabrica y repara instrumentos musicales, una tarea que incluye realizar ajustes periódicos y pequeños mantenimientos. Así describe su profesión Guy Coquoz, pero sus estudiantes, tanto en Europa como en Cuba, prefieren llamarlo artista.

Nació en Valais, Suiza, pero a una temprana edad se mudó a Cremona, Italia, para estudiar. Allí confeccionó y resarció cientos de instrumentos. En septiembre del año 2005 pudo inaugurar su propio taller en París en la calle Rue de Rome. Guy es apasionado de la música barroca y por ello tiene un espacio especial para todo lo relacionado con ella en su tienda.

Tras dos semanas de visita en Cuba, trabajó con instrumentos de los estudiantes de música de la Escuela de arte de Matanzas y pudo intercambiar unas palabras con un equipo de periódico Girón. Entre inglés, francés y un poco de español, pudo contarnos detalles sobre lo que significa ser luthier y su relación con nuestro país.

Nos comentó que no es su primera vez en la Isla, que ha trabajado con estudiantes en varias escuelas de arte de La Habana, y que esta vez llegó a nuestra ciudad tras una breve estancia en Viena.

Se dedica a reparar violines, violas y violonchelos, y mantiene colaboraciones con otros talleres por toda Europa. Aún así, disfrutó de compartir con los jóvenes artistas matanceros y aportar desde su trabajo a mejorar la calidad de su música.

Guy reconoce que la salud del instrumento y el equilibrio entre sus partes es tan importante como otros aspectos como la afinación o el talento mismo. Según el luthier, un violín sano siempre será más agradecido y transmitirá más que uno descuidado y “enfermo”.

Además, reconoció el esfuerzo que realiza el país y las instituciones culturales para garantizar un mínimo de instrumentos con los que poder formar a sus estudiantes, y lo difícil y caro que es acceder desde la Isla a los materiales que se requieren para brindarles mantenimiento en una etapa de aprendizaje en la que son tan necesarios.

Ver al luthier suizo conversar con los jóvenes mientras diagnostica y trata la madera, las cuerdas y las clavijas, como una especie de cirujano del arte, con la única motivación de ayudar en el desarrollo y la formación de las nuevas generaciones, fue como si la solidaridad pudiera transmitirse a través de la música.